La fotosíntesis se suele identificar con el típico proceso
de fijación de dióxido de carbono (CO2) que realizan las hojas de
las plantas. En conjunto, la reacción conlleva la reducción de la molécula de
CO2 con electrones extraídos del agua, que a su vez se oxida a
dioxígeno (O2) y se libera a la atmósfera como producto residual. El
CO2 así reducido se incorpora en forma de glucosa al metabolismo
celular. No obstante, en un sentido más amplio y preciso fotosíntesis significa
reducción y posterior asimilación no sólo de dióxido de carbono, sino también
de ciertas formas inorgánicas de nitrógeno (dinitrógeno, nitrato y nitrito) y
azufre (sulfato y sulfito), los otros dos bioelementos primordiales necesarios
para la síntesis de las macromoléculas biológicas (proteínas, ácidos nucleicos,
lípidos, etc.).
La función del agua en fotosíntesis es suministrar
electrones para dichas reacciones redox, es decir, el agua interviene como
fuente de electrones. Puesto que la molécula de agua es un agente reductor muy
débil, sus electrones deben ser energetizados por los fotones de la luz solar,
de forma tal que adquieran el potencial suficiente para reducir a las moléculas
inorgánicas citadas de carbono, nitrógeno y azufre. La energetización de los
electrones del agua se realiza gracias a la clorofila, el típico pigmento verde
del mundo vegetal que actúa como receptor y conversor de la energía solar en
energía química.
Además de la energía redox, la mayoría de las reacciones de
asimilación de C, N y S requiere el aporte de energía de ATP
(adenosín-trifosfato), la muy conocida moneda energética de los seres vivos.
Por ello, la energía de los fotones absorbidos por la clorofila se utiliza no
sólo para energetizar electrones del agua, sino también para fabricar ATP a
partir de fosfato inorgánico. Esta última reacción se conoce como
fotofosforilación y la cataliza la
ATP sintetasa de las membranas tilacoidales. Así pues, la
fotosíntesis se puede considerar que consta de dos fases bien diferenciadas y
secuenciales. En primer lugar, la fotooxidación de agua dependiente de
clorofila, con la consiguiente producción de poder asimilatorio (electrones de
alta energía y ATP), y en segundo lugar la reducción asimilatoria de los
bioelementos primordiales gracias al poder asimilatorio obtenido en la fase
anterior (véase figura).
Las reacciones estrictamente fotoquímicas -es decir, las de
la primera fase, promovidas por la clorofila- están catalizadas por tres
complejos multiproteicos, anclados en las membranas, que conforman una pequeña
cadena de transporte de electrones desde el agua hasta la ferredoxina. Son los
denominados fotosistemas clorofílicos I y II y el citocromo bf, análogo al
citocromo bc mitocondrial. El fotosistema II cataliza la fotooxidación del
agua, con la consiguiente liberación de dioxígeno, y reduce al pool de quinonas
lipofílicas con los electrones extraídos del agua; las quinonas reducidas, o
quinoles, se mueven libremente en el interior de la membrana y transportan los
electrones hasta el complejo bf; a continuación, los electrones son
transportados hasta el fotosistema I por el citocromo c6, de forma análoga al
citocromo c mitocondrial, o por la plastocianina; y, por último, los electrones
excitados por la luz en el fotosistema I reducen a la ferredoxina o,
alternativamente, a la flavodoxina, que son los aceptores finales de los
electrones de alta energía y las moléculas que distribuyen dichos electrones en
las reacciones asimilatorias de la segunda fase.
Los organismos fotosintéticos que liberan dioxígeno a la
atmósfera no son sólo plantas, sino también algas eucarióticas y
cianobacterias. Los restantes organismos fotosintéticos (bacterias purpúreas y
sulfurosas) emplean un compuesto reducido (ácido sulfhídrico, por ejemplo) en vez
de agua como fuente de electrones y, por tanto, no desprenden oxígeno. A
diferencia de la fotosíntesis oxigénica, la fotosíntesis anoxigénica requiere
la participación de un único fotosistema clorofílico. La estructura
tridimensional de este último se resolvió entre los años 1982 y 1984 por
Deisenhofer, Huber y Mitchel, lo que les valió el premio Nobel, pero no fue
hasta el año 2001 cuando se resolvió la estructura de los otros dos
fotosistemas. De hecho, el año 2001
ha supuesto un avance espectacular en nuestro grado de
conocimiento del modo en que operan los complejos fotosintéticos, abriendo así
un prometedor abanico de perspectivas para mejor entender las bases moleculares
de la reacción más importante del mundo vivo.
Fuente: Karp, E. (2006). Biología Celular y Molecular. Cuarta Edición . Mc Graw Mill.
Fuente: Karp, E. (2006). Biología Celular y Molecular. Cuarta Edición . Mc Graw Mill.
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