Las primeras formas de vida sobre la tierra deben
haber obtenido sus materias primas y energía de moléculas orgánicas simples
disueltas en su ambiente acuoso. Estas moléculas orgánicas tuvieron que
formarse por medios abióticos, o sea como resultado de reacciones químicas no biológicas
que ocurrieron en los océanos primitivos. Por tanto, justo como los seres
humanos sobreviven con los nutrimentos que toman de su ambiente, del mismo modo
debieron ser las formas de vida originales. Los organismos que dependían de una
fuente externa de compuestos orgánicos se llamaron heterótrofos.
El número de organismos heterótrofos que vivió
en la tierra primitiva debió ser muy limitado porque la producción espontánea
de moléculas orgánicas es muy lenta. La evolución de la vida en el planeta recibió
un impulso tremendo con la aparición de organismos que empleaban una nueva
estrategia metabólica. A diferencia de sus predecesores, estos organismos podían
fabricar sus propios nutrimentos orgánicos a partir de tipos mas sencillos de moléculas
inorgánicas, como el dióxido de carbono (CO2) y el sulfuro de
hidrogeno (H2S). Los organismos capaces de sobrevivir con CO2
como su principal fuente de carbono se denominaban autótrofos.
La manufactura de moléculas orgánicas complejas a
partir de CO2 demanda grandes cantidades de energía. En el curso de
la evolución surgieron dos tipos principales de autótrofos que se distinguen
por su fuente de energía. Los quimioautótrofos utilizan la energía
almacenada en moléculas inorgánicas para convertir el CO2 en
compuestos orgánicos, mientras que los fotoautótrofos emplean la energía
radiante del sol para obtener el mismo resultado. Como todos los
quimioautotrofos son procariotas y su contribución relativa a la formación de
la biomasa en la tierra es pequeña, sus actividades metabólicas no se
consideran más. Por otro lado, los fotoautótrofos son los encargados de
capturar la energía que impulsa las actividades de la mayor parte de los
organismos de la tierra. El grupo de fotoautótrofos incluye plantas y algas
eucariotas, varios protistas flagelados y miembros de varios grupos de
procariotas. Todos estos organismos realizan fotosíntesis, un proceso en el que
la energía de la luz solar se transforma en energía química que se almacena en
carbohidratos y otras moléculas orgánicas.
Durante la fotosíntesis se retiran
electrones con relativamente baja energía de un compuesto donador y se
convierten en electrones de alta energía con la energía absorbida de la luz.
Estos electrones de alta energía se emplean después en la síntesis de moléculas
biológicas reducidas, como almidón y aceites. Es probable que los primeros
grupos de fotoautótrofos que pudieron haber dominado a la tierra durante dos
mil millones de años, utilizaran sulfuro de hidrógeno como su fuente de
electrones para la fotosíntesis.
Hace 2700 millones de años apareció en la tierra
un nuevo tipo de procariota fotosintético que podía utilizar una fuente mucho
mas abundante de electrones, el agua. El uso del agua no solo permitió a estos organismos,
llamados cianobacterias, explotar una variedad mucho más amplia de hábitat en
el planeta, también produjo un compuesto de desecho como consecuencias enormes
para todas las formas de vida. El producto de desecho era oxigeno molecular (O2).
El cambio de H2O en H2O como fuente de electrones para la
fotosíntesis requirió una revisión de la maquinaria fotosintética.
En algún punto de la evolución una de estas
cianobacterias ancestrales productoras de oxigeno se alojo dentro de una célula
procariota no fotosintética que contenía mitocondrias. Con el tiempo las
cianobacterias simbióticas se transformaron de organismos separados que vivieran
dentro de una célula huésped en un organelo citoplásmico, el cloroplasto.
Conforme el cloroplasto evoluciono, la mayor parte de los genes que al
principio estaban presentes en la cianobacteria simbiótica se perdió o se
traslado al núcleo de la célula vegetal. Como resultado los polipéptidos que se
encuentran en los cloroplastos de las plantas actuales se codifican en los
genomas del núcleo y del cloroplasto. Los extensos análisis de los genomas del
cloroplasto sugieren que todos los cloroplastos modernos surgieron de una relación
simbiótica ancestral única. Como resultado de su ancestro común, los
cloroplastos y las cianobacterias comparten muchas características básicas,
inclusive una maquinaria fotosintética similar.
Fuente: Karp, E. (2006). Biología Celular y Molecular. Cuarta Edición . Mc Graw Mill.
2 comentarios:
Joder, me parece muy interesante.
Cuando se ha acabado me he quedado bloqueado..quería seguir leyendo! Jaja
Un saludo
excelente
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